Homilía
para el domingo VI de Pascua, ciclo B
Jn
15,9-17
Texto evangélico:
Como el Padre me ha amado, así os he amado yo;
permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor;
lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su
amor.
Os he hablado de esto para que mi alegría esté en
vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud.
Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros
como yo os he amado.
Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por
sus amigos. Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando. Ya no os
llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; a vosotros os
llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.
No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo
quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro
fruto permanezca. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé.
Esto os mando: que os améis unos a otros.
Hermanos:
1. Toda esta última
temporada, lo mismo en las misas de los días feriales que en las celebraciones
dominicales, estamos escuchando a Jesús en el Cenáculo.
El Sermón de la Montaña,
que abarca tres capítulos del Evangelio de san Mateo (capítulos 5, 6 y 7); las
conversaciones de Jesús en la Cena, que abarcan otros tantos en el Evangelio de
san Juan (capítulos 13, 14, 15 y 16), coronadas con la oración sacerdotal del
capítulo 17, son los dos conjuntos más dilatados de palabras de Jesús que han
coleccionado los evangelistas para dar a la Iglesia su pauta de conducta de
cara a sí misma y al mundo. Hay una clara intención de hacer síntesis, y de
mostrar a toda la comunidad de discípulos de Jesús el verdadero camino que nos
lleva a la vida. A esa gran pregunta que se plantean los teólogos de “¿Quién es
un cristiano?”, una respuesta evidencial la encontramos, por de pronto, en
estas secciones del Evangelio.
Nos toca, pues, penetrar
ahora en estas palabras de Jesús, en las que hallamos la clave de su
pensamiento, la esencia de su doctrina.
2. Hemos hablado en otra
ocasión de lo que se puede llamar “la espiritualidad del Cenáculo”. Los dos
primeros versículos del texto de hoy son la respuesta; son ese paradigma de
vida que, con otros términos se repite en la Cena; son variaciones de un tema,
que es el eje del Evangelio según la exposición de san Juan.
Dice el Señor: Como el Padre me ha amado, así os he amado yo;
permaneced en mi amor.
Lo repite a continuación
con un lenguaje operativo: Si guardáis
mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los
mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
Aprendamos de memoria
estas dos frases porque aquí está todo, aquí nos cargamos la fe.
Y ahora vamos a
desmenuzar estas dos frases por partes.
3. Jesús y el Padre. La relación de Jesús y el Padre es esta: comunión y amor. El Padre ama totalmente
al Hijo, el Hijo ama totalmente al Padre. Es un amor recíproco y exhaustivo, la
pauta de todo amor. Es un amor celestial y divino, del cual va a dimanar todo otro
amor.
Jesús y los discípulos: así
os he amado yo. El amor exhaustivo del Padre a Jesús se vierte ahora de Jesús a
nosotros: Así so he amado yo. Es el amor de Dios que llegar hasta mi corazón y
que, por su naturaleza, debe generar un amor recíproco: permaneced en mi amor. Amor inmanente del discípulo a Jesús; amor
al mismo tiempo mutuo y recíproco. Amor circular de Cristo hacia mí; de mí
hacia Cristo.
Amor total, amor sin
trampa; amor que toma la vida desde las raíces, desde la verdad y la totalidad
del ser. No cabe otro amor.
4. Hemos llegado de esta
manera a ese círculo divino del amor que es la imagen pura de la religión
cristiana, que nosotros, como cristianos, debemos proclamar ante todos los
hombres.
Lo repite el mismo
apóstol, con otras palabras, en la segunda lectura de hoy: Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor… En esto consiste el amor: no en que nosotros
hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima
de propiciación por nuestros pecados (1Jn 4,8.10).
Dios es amor, una radiante afirmación
que dicha de esta manera solemne y absoluta aparece dos veces en este contexto
de san Juan que escribe a su comunidad.
5. Avancemos un paso más
en esta declaración de amor que escuchamos a Jesús en la Cena. Nos dice,
pasando de una declaración divina al campo de operaciones: Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo
he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
De manera que guardar los mandamientos
de Cristo es la piedra de toque del amor. El amor no son palabras, no son
sentimientos, no son elucubraciones espirituales; el amor son hechos de amor,
nada más. Hasta el punto que Jesús concluye: Nadie tiene amor más grande que el que da la vida
por sus amigos.
La Madre Teresa de Calcuta, que entendía
de esto, decía: “Ama hasta que te duela. Si te duele es buena señal”.
6. Es incuestionable que el amor se
muestra y se demuestra con hechos, no con palabras.
Hay una cuestión muy seria, quizás la
que más agita hoy a la Iglesia, referente al matrimonio, tema central que se
planteó al vivo en la reunión sinodal de octubre del año pasado y que se remite
al Sínodo de los Obispos de octubre de este año. Cuando se casa una pareja, el
sacerdote dice una palabra solemne del Evangelio: “Lo que Dios ha unido, que no
lo separe el hombre” (Mt 19,6).
La discusión entra en el aula, porque la
Iglesia hermana de Oriente, la Iglesia ortodoxa, admite la posibilidad de un
segundo matrimonio, y hay un grupo significado de obispos y fieles católicos –
así en Alemania – que “apoyan dar la comunión a los divorciados vueltos a
casar, ser tolerantes y dar la bendición a las segundas nupcias, acoger con un
nuevo espíritu las convivencias y aprobar las uniones homosexuales”; según las
respuestas al cuestionario para el Sínodo (Informe al que alude Religión
Digital, 8/V/2015).
La Iglesia se encuentra en una
encrucijada bien delicada, para poder interpretar con exactitud las palabras y
el sentir del Señor y ser fiel a la voluntad del Señor. No nos hace ningún bien
dividir a los obispos en progresistas y tradicionalistas, porque de nada de eso
se trata. La verdad no tiene esas etiquetas.
7. Concluyamos, hermanos: El Cenáculo es
la sala de la convivencia, de la intimidad, de la iluminación y de la paz en la
Iglesia. Allí está Jesús, allí está el Espíritu.
Señor
Jesús, danos tu sabiduría, que no es precisamente la sabiduría de los sabios,
de los entendidos y teólogos, sino el don de tu Espíritu que tú derramas en tu
Iglesia santa, y que tiene un brillo especial en los humildes y sencillos que
caminan por el camino de la fidelidad. Amén.
Guadalajara, viernes, 8 mayo 2015.
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